La gente dice que soy
Por Sanserení
Hay que ser muy guapo en la avenida para autoproclamarse el Dueño del Soneo y salir ileso. Además no basta con tamaña osadía. Hay que ser versátil e ingenioso a la hora de cantar para demostrarlo en la tarima y que el público se convenza de que no son solo habladurías de un alabancioso. El sonero es un cantante con estilo propio que tiene destrezas en la inspiración de coros y soltura en la improvisación. Así entonces, podría establecerse una categoría para los cantantes y otra para los soneros sin que riñan entre sí. El Cano Estremera —que aparece arriba— vira para un lado y vira para el otro con el mismo coimbre. Por lo menos así sucedió durante un buen tramo de su carrera, que a nivel estrictamente musical empezó a mostrar su ocaso más o menos entrando el nuevo milenio y que terminó de ratificarse con el lastimoso episodio de salud al que se vio enfrentado en noviembre del 2018, cuando un trasplante de pulmones lo dejó por fuera de los escenarios.
El Cano nació en Santurce y se crió en el barrio Obrero, reconocido por ser uno de los focos salseros de Puerto Rico. Si bien sus inicios en la música se dieron a partir de la percusión, fue en 1976 cuando definió su rol en la delantera de la Orquesta Mulenze. Este periplo fue breve pero sirvió como trampolín para entrar a la orquesta de Bobby Valentín, donde finalmente transcurre su etapa más significativa con siete producciones grabadas y dándose a conocer por su carácter jocoso con el que asumía su canto en la primera línea de una de las orquestas más influyentes de la música latina. Sus coros y pregones siempre se destacaron por estar cargados de picardía, doble sentido y un jugueteo con la bemba simulando cualquiera de los instrumentos que lo acompañaban. Todo un goce para el público que siempre estaba presto a sus ocurrencias.
Quien tuvo la oportunidad de escucharlo en tarima sabe a lo que me refiero. A quienes no, recomiendo especialmente dos videos que reposan en YouTube e ilustran bien esa actitud recurrente en el estilo de Estremera. El primero de ellos, es la interpretación del tema Boranda durante la celebración del 45 aniversario de la Sonora Ponceña en el Anfiteatro Tito Puente de San Juan, Puerto Rico, el 19 de febrero de 1999.
El segundo tiene que ver con la interpretación de la canción Canta mi gallo junto a la orquesta del Bobby Valentín en uno de esos programas televisivos de los noventa que todavía invitaban a las grandes orquestas latinas a participar de sus shows pregrabados. Hasta en eso ha cambiado la cosa.
En los dos videos el Cano se despacha en coros que causan gracia por los malabares rítmicos de sus fraseos, la interacción directa con el público, la soltura de sus comentarios y la tranquilidad con la que se define el Dueño del Soneo. Lo curioso en este caso es la actitud festiva y cómplice de los directores de orquesta Bobby Valentín y Papo Lucca. Ambos gozan de su improvisación y permiten que las versiones de las canciones se extiendan a sus anchas. Estremera es todo un showman, lo sabe bien. Por eso ninguno se preocupa por interrumpir su desparpajo; todo lo contrario, disfrutan a plenitud con su masacote gordo. Hasta entonces no era para menos.
Sin embargo, ese mismo desparpajo que todos hemos celebrado sirvió para que el cantante boricua se tomara demasiada confianza con el pasar de sus presentaciones, al punto de sentirse libre de caer en improperios desafortunados. De un tiempo para acá había querido imprimirle un toque más urbano a sus soneos, los cuales empezaron a perder la picardía sutil que los caracterizaba, para convertirlos en una retahíla de frases vulgares, irrespetuosas e irresponsables que buscaba luego remediar con disculpas vanas y justificaciones flácidas. El asunto no pasó desapercibido pues se empezaron a escuchar reparos y recriminaciones a sus ocurrencias. El caso de Colombia fue quizás el más mediático.
El incidente ocurrió en el mes de abril del 2014 durante un concierto en Cali, donde el Cano improvisó un par de líneas claramente ofensivas hacia las mujeres y haciendo mención —de manera desprolija— a las casas de pique, que para entonces eran una de las modalidades más atroces de la delincuencia común y el narcotráfico en el distrito de Buenaventura. El cantante ya había sido vetado anteriormente por una situación similar en la misma Sultana del Valle. Esta vez, al rebasar la copa, finalmente fue considerado persona no grata, alejándolo definitivamente de cualquier tipo de contratación o arribo al país. Una verdadera lástima si consideramos que su impronta aún sigue latente en el ambiente cumbanchero pues no hay persona que no pregone a pulmón herido el coro de Buen corazón, ni quien se salve de compartir en sus redes sociales —semana tras semana sin que pierda fuerza— la llegada del gozoso Viernes social.
A principios de este año se hizo viral en internet un video donde el Dueño del Soneo se muestra —felizmente convalecido— cantando la canción Mi negrita me espera del Sonero Mayor, Ismael Rivera (nótese la ironía en ambos sobrenombres). La escena parece un encuentro familiar y entre amistades celebrando algún cumpleaños u otra ocasión por el estilo. Es un día soleado, la atmósfera parece de playa privada o condominio; una pareja al fondo baila con mucho swing mientras los otros atizan el canto del sonero que regresa. O que a lo mejor ya no vuelve.
Nos queda esta foto que acompaña al texto —entre otras tantas— donde un centenar de personas aprecian el concierto y ríen a carcajadas, celebrando las canciones del muñeco de la ciudad al que todavía no le había crecido mucho la panza.
La gente dice que soy