¿Las caleñas son como las flores?

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El fenómeno de la orquesta femenina en la Cali de los 80’
Por Laura Grisales

La idea inicialmente, pues, como te digo, fue como para hacer, por hobby… Ay, que formemos un grupo diferente, hagámosle (sic), de pronto nos presentamos en algún sitio. Pero que fuéramos todas mujeres porque queríamos como causar impacto, ¿no? O sea, no era la misma orquesta mixta, y los grupos de hombres y de pronto una mujer. No. La idea era como impactar… Y todo el mundo viera que fueron, que eran mujeres.

Las caleñas son como las flores es uno de los himnos salseros más sonados hasta la fecha en Colombia. Grabada en 1975 por Piper Pimienta para Discos Fuentes, su ascenso en la cultura popular fue tan vigoroso como su representación de la mujer. Su comparación con las flores representa la delicadeza y fragilidad, del mismo modo, era una oda a las expectativas de género de la época: una mujer que ama si es correspondida, en posición de servir para el goce masculino.

Más allá de su interpretación innegablemente patriarcal, la canción es un vehículo para explicar uno de los fenómenos más interesantes de Cali en los ochenta: el auge de la orquesta femenina. Una representación revolucionaria no solo dentro de la salsa sino como una manifestación de las reivindicaciones de un colectivo dentro de una sociedad tan conservadora como la caleña. Ver mujeres personificándose en espacios anteriormente masculinizados era provocador para muchos, reivindicativo para pocas. La conquista de los escenarios fue inevitable, su presencia era exótica y transgresora en la vida nocturna y su alcance pudo ser comparable a las orquestas más importantes en Colombia.

Para comprender su origen es importante hablar de las condiciones que permitieron la creación de tales agrupaciones. La primera pudo ser la paulatina proletarización de las mujeres dentro del modelo económico, donde era necesario el acceso a espacios de la vida pública antes restringidos. La segunda mitad del siglo XX significó para Cali la llegada de empresas nacionales y extranjeras, donde era necesaria una mano de obra calificada. Las mujeres lograron vincularse principalmente en textileras y consigo, la oportunidad de acceder a la educación técnica y profesional como la universidad. La segunda, el auge del narcotráfico y, consigo, la consolidación de una industria de entretenimiento cada vez más amplia y exigente: varios testimonios de integrantes de las orquestas afirman la innegable influencia del Cartel de Cali en la financiación de sus presentaciones.

Tal participación se da debido al boom económico que trajo consigo y la creación de toda una economía controlada por grupos al margen de la ley. Por lo tanto, podemos afirmar que los cambios económicos y sociales permitieron unos procesos de modificación entre los espacios de lo público y lo privado.

María del Carmen Alvarado es innegablemente la pionera de las all women salsa bands, inspirada en la nueva canción chilena. Junto con la pianista Constanza Alvarado formaron el primer grupo de salsa en Colombia llamado Yemayá (nombre de una diosa Yoruba, reivindicando sus raíces afrocubanas). No obstante, sus alcances no fueron mercantilizados hasta la segunda etapa: las orquestas femeninas comerciales. En 1987 se crea Gaviota, posteriormente renombrado Son de Azúcar. Desde aquí se puede afirmar el inicio y la creación de un mercado de la música representado por mujeres —aunque no necesariamente dirigido exclusivamente a ellas—.

MarÍa del Carmen Alvarado

La orquesta femenina fue un espacio de cierta libertad: era una oportunidad clara para vincularse a la industria del entretenimiento como artistas profesionales y una respuesta frente a una sociedad religiosa que inhibía a las mujeres de manifestarse en espacios como la discoteca y la noche. Sin embargo, estos espacios de libertad se vieron constantemente configurados desde lo patriarcal: primero, a través del establecimiento de la mujer como objeto de goce y admiración, segundo, utilizando su imagen hipersexualizada para el lucro de disqueras, empresarios y narcotraficantes, compuestos en su gran mayoría por hombres. Ambas situaciones eran notables al ver la ropa, los videos musicales y las letras de sus canciones, donde se perpetuaba constantemente el estereotipo de una mujer sexualmente atractiva, dedicada exclusivamente para la entretención del público.

El auge de Son de Azúcar originó orquestas posteriores con el mismo éxito de sus antecesoras como Canela y D’Caché, donde se manifestaron paulatinamente distinciones de estas frente a sus contrapartes masculinas, generando en ellas una disciplina y ética de trabajo necesaria para lograr el nivel de profesionalización que evitara su constante comparación y menosprecio —una constante crítica de los aficionados y musicólogos que veían la salsa hecha por mujeres como «poco vigorosa y edulcorada» en comparación con agrupaciones de salsa dura—. Además, la llegada comercial de la salsa de alcoba incentivó no solo la expansión de las orquestas a públicos internacionales, sino la creación de los mismos estereotipos de género: la temática romántica y la conquista amorosa y sexual. Se categorizó la salsa de alcoba como un género ‘adecuado’ para las mujeres, en comparación con las temáticas violentas y machistas de la salsa dura.

Son de Azúcar: ‘No soy un juego’ (1990) / ‘Con amor y dulzura’ (1994)

Las orquestas femeninas en Cali se manifiestan como un fenómeno ligado a los tiempos que la escenifican: vinculadas inherentemente a unas condiciones económicas, sociales y culturales. Sin embargo, ellas buscaron reconfigurar desde adentro ciertas expectativas y roles de género arraigados de manera radical en el conservadurismo de la sociedad caleña. Es importante identificarlas como un paso adelante en la búsqueda de conquistar espacios públicos antes negados a las mujeres, asimismo, nuevas oportunidades de aprendizaje y trabajo. No obstante, también se debe reconocer ciertos factores que las encasillaron en las mismas violencias dentro del sistema patriarcal: su hipersexualización, su infantilización, la poca remuneración en comparación a las orquestas masculinas y su constante lucha por el reconocimiento de sí mismas en las élites musicales. De esta manera, se demuestra cómo la música no está alejada de los procesos sociales, económicos y culturales en las cuales se desarrolla. Al contrario, son un vehículo de expresión de las mismas. Para el caso de Cali, son el mecanismo de creación de nuevos ritmos revolucionarios, diferentes y contradictorios.

FUENTES:
Waxer, L. (2001). Las Caleñas Son Como Las Flores: The Rise of All-Women Salsa Bands in Cali, Colombia.
Ethnomusicology,45 (2), 228-259
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