Bailar en Cali: un placer viviente
Por Rafael Quintero
El otro lenguaje
Bailar para los caleños ha sido su placer supremo, una expresión de su identidad y espíritu alegre. El placer de bailar ha sido su historia como pueblo. Difícil pensar en un caleño que no guste y no sepa bailar. Ha sido una necesidad vital, una cultura de ciudad, un alimento cotidiano e indispensable como comunidad social. Es su otro lenguaje personal y diferenciador. Es la forma natural a la cual suele acogerse para expresarse y comunicarse íntimo y personal, en la vida social. Alguna vez lo quise sentenciar: En Cali las almas se confiesan bailando. Bailar es mejor que conversar!
El placer de bailar es visible al visitante, el extraño lo advierte a ojos vistas. Los bailadores entablan un dialogo con la música y desde allí nacen otras conversaciones en pareja. En los viejos tiempos cuando el baile fue la explosión majestuosa que ocupó la ciudad, años 60 y 70, las mujeres más bellas de la rumba siempre iban de la mano de los mejores bailarines, sin importar la gracia de su rostro u acaso otra fuente potente de atracción. El encuentro y enlace de la pareja rumbera estaba sellado fundamentalmente por el baile, no nacía de la conversación directa al oído atento de la mujer, sino de otro lenguaje silencioso y rítmico, que paso a paso, cuerpo a cuerpo, se endulzaba franco, desde el dialogo dancístico.
Pioneros del estilo clásico caleño
La notoriedad manifiesta de ese encanto por bailar, comenzó desde los años cuarenta en los clubes sociales donde se bailaba el porro colombiano y el bolero. Y luego resplandeció en los años 50s entre bombillos rojos y multicolores en la “Zona de Tolerancia”, ubicada exactamente en el barrio Sucre, pero que expandía su influencia a los barrios contiguos, Obrero, San Nicolás, El Hoyo. Allí se bailó de todo, en especial los ritmos que invitaban al lucimiento y a destacar la velocidad de sus pies. Hasta allá llegó con ímpetu novedoso, el arsenal de ritmos cadenciosos y dinámicos de la música cubana, con la conga, la guaracha, el mambo, y en general toda la música antillana y caribeña, incluida la colombiana con los porros. Tampoco faltaron a esa cita de la rumba, en ese epicentro del goce que fue en su momento La Zona, los ritmos rápidos y de moda de la música americana, con la presencia del Boogie Voogie, marcando las notas rítmicas de esos pianos con los pies, o desplegando acrobacias tomadas del Swing, o la rítmica marcante del charlestón. Pero el placer de bailar también se extendió a otros terrenos más cadenciosos y con vistosos paseos por la pista de baile siguiendo la melodía, de tangos, pasodobles y del Fox.
Aparecen como exponentes de esa primera generación pionera del bailarín caleño, bailadores que marcaron un hito en el historia del buen bailar caleño: El rey de la guaracha Carlos Valencia, el hombre que asombró a todos desde el mambo, Cayayo, con su desplante de pasos que solo él podía ejecutar. Fueron muchos los que dejaron esa huella que marcó un destino y el inicio de un estilo dancístico para las futuras generaciones, en el camino del placer de bailar: También estaban “Chocolina” y el Negro José Domingo, con su elegancia, “El Chato” derrochando figuras al bailar, Don Benigno Holguin y sus hermanos, creadores de un grupo de baile que incorporó la marcación del Tap Tap al baile de la guaracha cubana.
Vendrían los años sesenta y setenta, y toda la juventud caleña, en una ciudad en construcción, se lanzó frenética a vivir el placer de bailar, su más atractiva diversión. Había llegado la revolución de la pachanga, el boogaloo, la salsa, y un enjambre de bailadores apareció por millares a lo largo y ancho de la ciudad. El placer de bailar se hizo total y explotó en cada barrio como una bomba liberadora y vital. Grandes bailarines aparecieron en todos los barrios, en Meléndez, en el Popular, en Salomia, en Alfonso López, la Floresta, Benjamín Herrera, Siloé, y por toda la ciudad. Algunos grilles se fueron consagrando como templos de la rumba: Costeñita, El Séptimo Cielo, Cabo Rojeño, Honka Monka, Nuevo Mundo, y tantos más, donde asistían religiosamente a oficiar su culto a la danza, virtuosos bailadores que escribieron páginas, que hoy definen los fundamentos del estilo de baile caleño, atesorado luego y modelado por todo el pueblo de Cali, que lo elevó a su forma clásica de bailar la salsa. Los bailaderos aparecieron a granel y proliferaron en el barrio, o acaso llegaba hasta allá alguna de las discotecas móviles que se desplazaban por toda Cali, amenizando bailes llamados “agüelulos” y “bailes de cuota”, para la juventud en una ciudad delirante por bailar. Desde esa ciudad que baila, florece exuberante un ramillete de estrellas del baile caleño de la salsa, que se sitúa prontamente en el trono de los ídolos de una juventud: Evelio Carabalí, Jimmy “Boogaloo”, Dennis Ocampo, Toño “Catacolí”, “Watussi”, Félix “Veintemillas”, Diego Dussán, Amparo “Arrebato” Ramos, Esmeralda Ramírez, María Tovar, Carlos Paz…
Pero la historia del baile salsero en Cali no se cierra allí. Ese es precisamente el punto de partida para la historia de bailarines que se escribiría en adelante, y que hoy permite reconocer a Cali como una cuna de bailarines salseros de clase mundial. A partir de allí, nacen los primeros Ballets de la salsa, Grupos artísticos de Revista, Escuelas y Compañías de baile que arman sus coreografías y montan espectáculos para recorrer la geografía nacional y el mundo entero.
La salsa por el mundo
Esta historia de bailarines se desarrolla a través de décadas, llevando ese placer de bailar, al espectáculo, al show competitivo, al concurso internacional, y se convierte hoy en pleno siglo XXI en una fuente de ingresos y proyecto de vida para una comunidad desamparada y de procedencia popular. Se estructuran las Escuelas de baile como empresas y unidades económicas, incorporando técnicas dancísticas y mejores vestuarios, diseños novedosos de coreografías.
En este periplo del movimiento de bailarines, los caleños han colocado banderas de superioridad en los concursos de baile de salsa más exigentes e importantes del planeta, como el World Salsa Championships de ESPN, el primero del mundo en sus tres eventos realizados desde el 2006. A él asistió en su momento la elite mundial del baile de la Salsa, competencia en la cual se obtuvieron dos Campeonatos Mundiales (Ricardo Murillo & Viviana y Géner Vásquez y & Yudi Aguilar) y un Subcampeonato (Nilson Castro y Eliana Feijo) en la categoría de Pareja Cabaret y dos Campeonatos Mundiales en la categoría Grupo, modalidad Cabaret (Ambos por la compañía Swing Latino). Se alcanzaron dos medallas de Oro y una Plata en los World Games, categoría de baile deportivo de salsa, en Cali (Adriana Avila & Yefferson Benjumea ) y Polonia 2017 (Stevens Rebolledo & Yinessa Avila-Oro-, y Adriana Avila & Yefferson Benjumea-Plata-).
Los bailarines caleños en cabeza de El Mulato y su Swing Latino fueron declarados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, como Embajadores de la salsa colombiana ante el mundo (2012). Compañías de baile de salsa caleña han llevado la bandera de nuestro país y de nuestra ciudad por más de 70 países del mundo. Hoy han abierto un mercado mundial para bailarines caleños, con miles de ellos incursionando por Casinos y grande Hoteles de países como Turquía, Arabia Saudita-Dubai, China-Macao, Estados Unidos, antigua Unión Soviética, Israel, Japón y muchos mas países del planeta.
Dentro de este camino de éxitos del movimiento de bailarines de salsa de Cali, su logro más deslumbrante ha sido el llevar su arte hasta la industria del entretenimiento mundial en los Estados Unidos. En el 2012 la Compañía Swing Latino, compartió experiencias y recibió enseñanzas a lo largo de 3 meses de parte de Jamie King, el coreógrafo de las divas del entretenimiento mundial como Madonna, Beyonce, Rihanna, Lady Gaga, Jennifer López, artista con quien participó esta compañía de baile caleña en un espectáculo junto a Marc Anthony en la ciudad de Las Vegas-Nevada, con guión y dirección coreográfica de J.King, luego de ganarse el reality, Q´Viva: The Chosen. En el 2013 Swing Latino sería invitado, por Jennifer López, para que le acompañase en el montaje, y con su elenco artístico, del espectáculo Tributo a Celia Cruz, en los American Music Awards, en Los Ángeles-California de ese año, donde el baile caleño de la salsa y las coreografías de Luis Eduardo Hernández, El Mulato, fueron proyectadas ante más de 121 países televidentes, con la fastuosidad de las grandes producciones de la Industria del espectáculo de Hollywood. Un hecho que ha quedado para la historia.
Cali ha escrito bailando, la historia de la salsa. Cada ritmo nuevo ha merecido del pueblo de Cali, su interpretación dancística. Su movimiento de bailarines ha llevado por mundo, el amor y la pasión que existe en Cali por la salsa. Sus bailarines se han unido a otras propuestas dancísticas procedentes de Cuba, Los Ángeles-California, Puerto Rico y Nueva York, para mantener viva la presencia y el fervor de la música salsa, en periodos donde la innovación salsera ha estado ausente. El baile se ha encargado de sostener la fuerza y la vigencia de la música.
Cali una ciudad de bailadores, con el mayor número de Escuelas de baile de salsa del mundo, con millares de bailarines profesionales que cualquier ciudad del globo terráqueo pueda tener, llamada a comandar en el futuro próximo los grandes espectáculos de baile de salsa del planeta. Bailar en Cali es un placer viviente.