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Busca lo tuyo y déjame en paz

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Por Sanserení

El pasado 5 de junio la página de Facebook Salsa de Vellonera publicó un video que hizo que a todos se nos saliera la babita del encanto. El video hasta entonces era inédito y fue grabado —según como lo describe el post— por Orlando Godoy, un colombiano radicado en Nueva York que durante décadas ha documentado la música latina de la ciudad. En este aparece la nómina en pleno del Conjunto Libre interpretando la canción Busca lo tuyo en un concierto al aire libre en Nueva York. El público se bate entre niños y adultos que gozan a la par mientras disfrutan de un aparente picnic bajo el sonriente amigo sol.

Siempre es un placer escuchar las descargas de esta orquesta liderada por el timbalero Manny Oquendo y el bajista Andy González; conocida también por la rudeza de su sonido experimental en el que los trombones y la percusión juegan un papel protagónico. No es de gratis que sus trabajos en formato elepé se paguen caro en el mercado del coleccionismo. Lo particular en el video referido, es la presencia del contrabajista Israel López Cachao como invitado. Además de ser considerado el creador del mambo, Cachao fue uno de los músicos que logró fusionar el swing de la música popular cubana con la cadencia del jazz. Su prodigiosa interpretación del contrabajo lo llevó a pisar los escenarios más respetados a nivel internacional obteniendo así dos premios Grammy en los años 1995 y 2005.

Al día siguiente de la publicación el video ya contaba con un buen número de reacciones y había sido compartido en otros grupos a través de las redes sociales con el mismo asombro. La gozadera es imparable. El placer que este produce me obliga a intentar describir la escena: Andy González zapatea siete veces para dar inicio a la canción. El timbal de Oquendo se escucha clarito y afincado al unísono con los trombones amenazantes. «¿Por qué te empeñas en destruir mi felicidad?» ataca Hermán Olivera tocando sus maracas mientras el piano gana protagonismo. El timbal de Manny repica. Cuando arremete el primer coro es imposible apartar la mirada y desatender la descarga. Olivera se bota en soneos y en el primer corte Andy anuncia a Cachao para darle paso a un solo de contrabajo excepcional. Cachao se inclina un poco sobre el mástil, repasa ágilmente las cuerdas con sus dedos y con ambas manos da unos cuantos golpes de tambor. «Guapería, guapería» exclama alguien de la orquesta. Entonces Cachao reta a Andy e intercalan notas en un duelo de cuerdas amistoso. La cámara mantiene su enfoque en ambos hasta que la orquesta retoma las notas de la canción en una nueva marejada de trombones. Son doce minutos de masacote pesado hasta que Olivera sentencia un «¡Chao, qué rico!» para acabar la canción.

En la mañana del 6 de junio el video fue subido a una cuenta de YouTube que hoy ya no se encuentra. Es curiosa la actitud que muchas personas asumen con este tipo de material. Pareciera que el privilegio de escuchar estas rarezas —que incluso en muchos casos ni los mismos artistas conservan— sólo fuera concedido al reducido círculo de amistades de quienes lograron obtenerlo. Y a puerta cerrada, claro está. Hace un tiempo leí a alguien Twitter afirmando poseer un video inédito de Ismael Rivera y estaba dispuesta a intercambiarlo —inbox— por algún video igualmente desconocido de otro artista de la misma envergadura. Vea usted. Cada quien dispone de sus pertenecías como le plazca, sí. Sin embargo, tengo la sospecha de que aquello que se comparte para complacer el oído y la pupila de quienes sentimos pasión desmedida por la música, tiene mucho más mérito que si se guarda como un secreto hasta la sepultura. Sobre todo si se trata de una música que encontró su identidad abriéndose paso con los cueros del tambor.

Ahí está el contraste: mientras unos indagan y comparten sus hallazgos, otros se mantienen —como el pregón de Hermán Olivera— en el busca lo tuyo y déjame en paz.

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