Yo era feliz tocando guaguancó

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Yo era feliz en un rincón
ejecutando el cuero desnudo,
coqueteando las sombras
en sonidos de tambor hembra.

Mis manos rasguñaban las brasas,
mi rabia afinaba el quinto.
Mis espasmos fueron danzones,
y mis revanchas pregones.

Digiriendo el mundo
en un golpe de tumba,
palpitar austero
que de niño armonizaba.

¡Oh, Cándido! ¡Tú lo sabías!
Tú y Cachao guardaron la llave.

No priven a nadie de sus vigilias,
la sórdida violencia
es sensata cuando se inspira,
que del sudor se hace fiesta
alimentando el tambor.

Ahora, despojado de mi pellejo
y con la bruma en la sangre,
el guaguancó fue mi elixir;
mi plegaria: mi huida.

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